domingo, 31 de octubre de 2010

La Cop 16, los tiburones y los océanos...

Por Alejandra Flores

EL PESCADO
Ir al cine es un ritual que pocas veces nos permite el disfrute de un documental. Como si sólo la ficción mereciera la pantalla grande. Por fortuna, el documental Océanos nos bañó con su luz celuloide y pudimos contemplar la majestuosidad que alcanza la vida cuando se está dispuesto a observar. Océanos muestra la mágica diversidad que habita en las saladas profundidades de nuestro planeta azul. Nos invita a mirarlo con ojos nuevos y a preguntarnos: ¿Qué clase de plaga es el hombre?
Ante la inminente realización de la Cumbre Climática en estas tierras, Océanos parece guiñarnos el ojo y convocar nuestra reflexión. La danza de los peces, de las ballenas, tiburones, pingüinos, focas y delfines, de las morenas, pulpos, calamares, cangrejos y medusas, logra la unidad de un lenguaje plástico cuyo origen orgánico nos devuelve a ese punto donde el instinto adquiere el sublime poder de la inocencia.
La música te lleva, te trae, te mece, te columpia, te lanza, te hunde, te ahoga, y te rescata. Y ahí está la ola, el lenguaje submarino de los animales en peligro o en pleno festín. Sí, ahí está de nuevo el arte; el arte para cimbrar nuestra humanidad, para hacernos mirar hacia donde no queremos, para inquietarnos y llevarnos de la ternura al desamparo.
Ocho años se llevaron Jacques Perrin y Jacques Cluzaud en hacer realidad su ambicioso proyecto, documentar la vida de todos los mares del mundo, la vida de quienes se desplazan sin fronteras en un viaje permanente por la supervivencia. Océanos nos regala metáforas de vida y muerte, de ciclos vitales donde trascender es tan efímero como el salto de una ballena en medio del mar. Y sin embargo, cada acto tiene sus efectos, su eco, sus resonancias.
EL MUNDO
Un evento se gesta silencioso en Cancún, algo al que han llamado Tianguis de la Diversidad Cultural porque… ¡qué descubrimiento!, se han dado cuenta de que si hay algo que caracteriza a Cancún es nuestra multiculturalidad. ¡Cómo si no supiéramos que en Quintana Roo somos de chile, de mole y de manteca, de aquí, de allá y acullá! ¡Cómo si no supiéramos que Cancún recibe a los que de todas partes vienen y que es aquí donde inician o concluyen los más diversos destinos!
Le califican como una iniciativa ciudadana porque cada quien la asume como puede y con lo que tiene. No hay más pretensión que la de los tiburones en el documental Océanos, sobrevivir. Y sin embargo, las resonancias de este Tianguis adquiere el poder de un sueño: reconocernos en la otredad.
Más allá del papel entintado por conceptos cosmopolitas, de las palabras volcadas en una mesa de apasionamientos matutinos, el Tianguis de la Diversidad Cultural apunta hacia una meta: reconocer a la diversidad como elemento de unidad. No es el qué, sino el por qué, lo que importa al momento de organizar eventos de carácter institucional. Como siempre, los protagonistas no serán ni los que convocan, ni los que salen en la foto, sino los que logren, en un efímero instante, mirarse a los ojos y dialogar sin intermediarios.
No es con tolerancia que los seres humanos protegeremos nuestro entorno, sino con el respeto que nuestros ancestros le tenían a la naturaleza. Miremos estos días al mar Caribe. Miremos en estos días al océano que somos cada uno en nuestro cuerpo. Tal vez así tendremos tiempo para exigirnos más y ofrecer más. La COP 16 no sólo convoca a los líderes y activistas del mundo entero, también nos llama a iniciar en casa, el arduo proceso de crear sin destruir.

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De corazón a corazón

Una tras otra llegan a mi correo las imágenes acompañadas de sus respectivos comentarios. Fotos y palabras todas, lo suficientemente contundentes como para atizar la rabia, la impotencia. Ahí, ante nuestros ojos: la devastación del bien amado Ombligo Verde, un área que por sólo el hecho de ser selva en medio del asfalto, adquiere ante nuestra mirada una dignidad que se afianza en las raíces de esos, sus árboles sobrevivientes a la depredación.

En la periferia las frondas se mecen con el viento fresco. En su centro, la tierra retiembla por el pesado andar de las maquinas que no paran la destrucción mientras sean horas de oficina.

Uno tras otro, los gobiernos municipales en Benito Juárez se las ingenian para horadar la memoria, para enredar el entendimiento, para sepultar a los sobrevivientes.

En los últimos 10 años, no sólo Benito Juárez, sino buena parte de Quintana Roo ha sufrido la depredación más grande de su historia.

¿Y luego? ¿Vamos quedarnos así, mirando?, ¿mandándonos mails, condoliéndonos por la historia que leemos en los diarios?

¿Escribiendo en blogs cuan hartos estamos de que nadie haga nada?

La realidad es que le tememos a la organización ciudadana, porque como dice el refrán: nadie sabe para quien trabaja y luego resulta que no falta el vival, llámese diputado, candidato, o funcionario con miras electoreras, que se acerca y dice: "mira lo que me encontré".

La realidad es que los ciudadanos le tememos a las promesas, a que nos dejen como novia de pueblo, como estamos desde que las campañas empezaron a basarse no en plataformas de gobierno, sino en sonrisas de cartel exhibidas cual carismáticos productos.

Si los suspirantes por alguna candidatura o algún hueso tuvieran su red neuronal trabajando, en lugar de redes sociales contabilizando contactos, entonces se acercarían a quienes hacen investigación en este estado. Un ejemplo: La Universidad del Caribe posee en sus observatorios sociales, datos que son verdaderas guías para la acción política en los más diversos rubros de gobierno.

Y sin embargo, las instancias elaboran su Programas Operativo Anual, al vapor. Apurados los funcionaritos por cuadrar presupuestos y engordar beneficiarios en lugar de generar proyectos sustentados en la realidad, basados en el cruce de variables y con miras no de un año, o dos, o tres en el mejor de los casos, sino con miras a mediano y largo plazo.

No, no tenemos estadistas en ninguna oficina de Gobierno, así que a falta de ello, los ciudadanos bien podemos sumar a nuestro grito, nuestra participación activa.

En breve, por ejemplo, el recién creado Instituto para la Cultura y las Artes del municipio Benito Juárez, convocará la participación de los especialistas para la creación de un Consejo cuya función será aprobar los proyectos que el Instituto desarrollará a lo largo del año, así como servir de órgano de control y vigilancia en la aplicación de los recursos y el desarrollo de los programas y proyectos del ámbito cultural.

Participar no es la parte más importante, la verdadera aportación es comprometerse, leer, documentarse, intercambiar puntos de vista, tomar acuerdos, e incluso, ser parte de las acciones, sin perder la independencia, sin perder la libertad.

El Ombligo Verde nos convoca de igual modo, no sólo a participar sino a comprometerse a estar informados, a fondo, de cuantos intereses se mueven en ese frágil territorio. Documentarse es parte de la tarea, y entonces tomar partido con sustento, con argumentos sólidos.

Un proyecto alternativo, verde, ciudadano, circula en la red para conocimiento de todos. Hagamos eso: conozcámoslo, enamorémonos de él, dejémonos seducir por sus áreas de ensueño y juntos, con los pies en la tierra y el corazón en la mano: hagámoslo posible.