lunes, 5 de julio de 2010

Letras, rosas y espinas

Por Alejandra Flores

alejandraflores70@yahoo.com.mx

La Rosa

Cuando un hombre o una mujer aprenden a usar la ironía, el gozo de quien escucha tiene el efecto de una rosa, frágil, perfumada, tersa y espinada a un tiempo. Así es como Agustín Ramos, el escritor, llegó a Quintana Roo: con sus rosas desenvainadas. Dispuesto lo mismo a la caricia de sus palabras afiladas, que a pincharnos con la miel de sus sonrisas-carcajada.

Ni leído, ni visto, ni conocido de oídas, Agustín Ramos se instaló lo mismo en Chetumal que en Cancún para impartir sendos talleres de creación literaria que redundaron en viento fresco para las hojas, que muchos ya extendían otoñales en el olvido de algún cajón. Para otros fue como el aire que atiza el fuego de un carbón casi apagado y para muchos otros, un vendaval acaracolado que lo mismo despeinó poemas que despertó narrativas.

Siempre que llega un forastero a impartir un taller a Quintana Roo pasa eso. Se avivan las plumas y con ello, las ideas, o más correctamente: se avivan las ideas y con ello, las plumas. Ahí, frente a él, en tiempos robados a la noche, con una cerveza o un café de por medio, surgió el descubrimiento del otro, de escritor de carne y hueso, del hombre insomne, del abuelo amoroso, del esposo que espera la llamada de su mujer, del escritor que habla-pelea con su editorial, del promotor cultural que apuntala críticas a la burocracia, a la desorganización, a la mediocridad.

El Valiente

Olvidar el futuro, es el nombre de su más reciente novela, una inquietante historia que atrapa el secreto sentir de millones de mexicanos. Un juego de dados donde cada cara cuenta porque la realidad es así: múltiple y alterna. La historia fascina porque trata de la muerte del empresario más rico del mundo, un mexicano de origen libanés. Imposible que la sonrisa no afile la comisura de los labios y que el lector se adentre en el encuentro de ese otro que roza la línea de la leyenda viviente.

Conforme avanzó la estancia de Agustín Ramos en Quintana Roo, sus nuevos lectores descubrieron la importancia de este autor en la narrativa mexicana. Se enteraron, de viva voz, de los “chismes” generados entre la elite literaria del país, luego de la reseña que Letras Libres publicara de su novela y que nos permitieron descubrir los delgados hilos que tiene la censura para atrapar y devorar vivos, a los críticos del “sistema”.

Entonces la carta de El Valiente salió al paso de quien esto escribe. Sí, la imagen define de algún modo a este escritor de voz cascada y una risa que se extiende cual línea dentada, antes de soltar sonora, una carcajada.

La Araña

Una treintena de aspirantes a escritores formó parte de su taller. Se tomó lo que se pudo en medio de las adversidades, pues las instalaciones retaban cada día y de modos distintos, a los asistentes. Aún ahí, en un salón sin mesas, con el permanente ruido del ventilador y el calor sofocante, sucedió la magia de la palabra que se lee en voz alta, que se sigue en silencio, que abre caminos para nuevas búsquedas y nos deja, como siempre, con ganas de más.

Bien por Agustín Ramos, por su valentía y sus espinas-rosas. Bien por los asistentes que permanecieron una semana completa, formando parte de un taller literario que puso en evidencia una realidad: existe en Cancún, una comunidad creadora, ávida de espacios para compartir su pasión por la palabra escrita. Agustín Ramos sembró una metáfora que seguimos y compartimos al pie de la letra: cuídense de caer presas en la tela de la araña, aprendan a tejer sus propias libertades.

1 comentario:

  1. Gracias Ale por compartir ese calor de la sopa de letras deliciosa que la araña habrá formado.

    Un abrazo

    MJ

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De corazón a corazón

Una tras otra llegan a mi correo las imágenes acompañadas de sus respectivos comentarios. Fotos y palabras todas, lo suficientemente contundentes como para atizar la rabia, la impotencia. Ahí, ante nuestros ojos: la devastación del bien amado Ombligo Verde, un área que por sólo el hecho de ser selva en medio del asfalto, adquiere ante nuestra mirada una dignidad que se afianza en las raíces de esos, sus árboles sobrevivientes a la depredación.

En la periferia las frondas se mecen con el viento fresco. En su centro, la tierra retiembla por el pesado andar de las maquinas que no paran la destrucción mientras sean horas de oficina.

Uno tras otro, los gobiernos municipales en Benito Juárez se las ingenian para horadar la memoria, para enredar el entendimiento, para sepultar a los sobrevivientes.

En los últimos 10 años, no sólo Benito Juárez, sino buena parte de Quintana Roo ha sufrido la depredación más grande de su historia.

¿Y luego? ¿Vamos quedarnos así, mirando?, ¿mandándonos mails, condoliéndonos por la historia que leemos en los diarios?

¿Escribiendo en blogs cuan hartos estamos de que nadie haga nada?

La realidad es que le tememos a la organización ciudadana, porque como dice el refrán: nadie sabe para quien trabaja y luego resulta que no falta el vival, llámese diputado, candidato, o funcionario con miras electoreras, que se acerca y dice: "mira lo que me encontré".

La realidad es que los ciudadanos le tememos a las promesas, a que nos dejen como novia de pueblo, como estamos desde que las campañas empezaron a basarse no en plataformas de gobierno, sino en sonrisas de cartel exhibidas cual carismáticos productos.

Si los suspirantes por alguna candidatura o algún hueso tuvieran su red neuronal trabajando, en lugar de redes sociales contabilizando contactos, entonces se acercarían a quienes hacen investigación en este estado. Un ejemplo: La Universidad del Caribe posee en sus observatorios sociales, datos que son verdaderas guías para la acción política en los más diversos rubros de gobierno.

Y sin embargo, las instancias elaboran su Programas Operativo Anual, al vapor. Apurados los funcionaritos por cuadrar presupuestos y engordar beneficiarios en lugar de generar proyectos sustentados en la realidad, basados en el cruce de variables y con miras no de un año, o dos, o tres en el mejor de los casos, sino con miras a mediano y largo plazo.

No, no tenemos estadistas en ninguna oficina de Gobierno, así que a falta de ello, los ciudadanos bien podemos sumar a nuestro grito, nuestra participación activa.

En breve, por ejemplo, el recién creado Instituto para la Cultura y las Artes del municipio Benito Juárez, convocará la participación de los especialistas para la creación de un Consejo cuya función será aprobar los proyectos que el Instituto desarrollará a lo largo del año, así como servir de órgano de control y vigilancia en la aplicación de los recursos y el desarrollo de los programas y proyectos del ámbito cultural.

Participar no es la parte más importante, la verdadera aportación es comprometerse, leer, documentarse, intercambiar puntos de vista, tomar acuerdos, e incluso, ser parte de las acciones, sin perder la independencia, sin perder la libertad.

El Ombligo Verde nos convoca de igual modo, no sólo a participar sino a comprometerse a estar informados, a fondo, de cuantos intereses se mueven en ese frágil territorio. Documentarse es parte de la tarea, y entonces tomar partido con sustento, con argumentos sólidos.

Un proyecto alternativo, verde, ciudadano, circula en la red para conocimiento de todos. Hagamos eso: conozcámoslo, enamorémonos de él, dejémonos seducir por sus áreas de ensueño y juntos, con los pies en la tierra y el corazón en la mano: hagámoslo posible.