martes, 19 de enero de 2010

Otilio

Otilio viaja todos los días cinco horas en camión y Metro para ir de Chapingo, en Texcoco, a Ciudad Universitaria y por las tardes se dirige a la Universidad Anáhuac, en Huixquilucan, donde estudia tres carreras profesionales: estadística, matemáticas y actuaría, con promedios de 9.6, 9.8 y 10.
Hijo de un campesino que apenas cursó el segundo año de primaria y de una mujer que aprendió a leer y a escribir cuando sus hijos le enseñaron, este joven nació en la comunidad de Cantarranas, municipio hidalguense de Huehuetla, uno de los que presenta mayor marginación del país.
El joven de origen campesino recibió ayer, junto con otros destacados jóvenes mexiquenses, el Premio Estatal de la Juventud, por su desempeño académico. Otilio tiene sólo 19 años pero ya ha ganado más de 40 premios nacionales, estatales y regionales en olimpiadas de física, matemáticas y astronomía.
La Universidad Autónoma de Chapingo le da vivienda, comida y la oportunidad de cursar la licenciatura en Estadística; becado también por la Universidad Anáhuac, en donde cursa el tercer semestre de actuaría, carrera cuyo costo semestral es de 75 mil pesos, además de que recibe apoyo de una fundación para sus camiones y libros; en la UNAM estudia matemáticas.
Para estudiar de forma simultánea tres carreras, Otilio inicia su día a las cinco de la mañana. “Tomo el Metro hasta Observatorio y de ahí un camión a Huixquilucan para llegar a la Universidad Anáhuac”, un traslado que realiza en una hora con 40 minutos en promedio.
Otilio no es un fenómeno, es un chavo que le gusta tocar la guitarra y la flauta, además de que es seleccionado en artes marciales de Chapingo, apuntó Carlos, su hermano mayor quien a sus 23 años iniciará un doctorado en producción animal en la UNAM.

ESta nota publicada en el diario El Universal, despierta la reflexión de hoy que lleva por nombre:

Otilio

Otilio: Un nombre en el santoral
ajeno, lejano, insual.

Es 13 de diciembre y es Santo de Otilio
nombre que proviene del sajón
y que a la letra significa:
el que posee grandes riquezas.

Ningún Otilio en mi familia
Ningún amigo
O conocido
Y hoy, una página en el diario me acerca a un joven llamado: Otilio.

Premio Estatal de la Juventud Mexiquense
por cursar a sus 19 años, tres carreras simultaneas
Hijo de padre campesinos y cuya madre aprendió a leer
cuando Otilio y su hermano Carlos, le enseñaron.

Sin él saberlo: el nombre Otilio ha ganado
en mi corazón desesperanzado
un lugar especial.

Toda madre quiere un hijo excepcional:
dedicado, disciplinado, comprometido.

A sus 19 años, la historia de Otilio nos regala dos reflexiones:

Y los otros jóvenes mexicanos ¿qué?
¿Dónde están sus aspiraciones, sus ganas de ser, de transformar el mundo?
¿Dónde están sus sueños?

La otra reflexión:
Y el resto de México ¿Dónde anda?
¿Ya está listo para ofrecerle a ese joven un buen empleo?
¿Ya está listo para retenerlo en el país?

¿Ya estamos listos todos para ver en él
un verdadero ejemplo de tenacidad?
¿O seguiremos idolatrando a futbolistas
y cantantitas con talento de televisión?

La gran riqueza que Otilio ha cosechado
es su conocimiento,
que dicho sea de paso,
es la única riqueza que es verdaderamente nuestra
y que más grande es, cuanto más se comparte.

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De corazón a corazón

Una tras otra llegan a mi correo las imágenes acompañadas de sus respectivos comentarios. Fotos y palabras todas, lo suficientemente contundentes como para atizar la rabia, la impotencia. Ahí, ante nuestros ojos: la devastación del bien amado Ombligo Verde, un área que por sólo el hecho de ser selva en medio del asfalto, adquiere ante nuestra mirada una dignidad que se afianza en las raíces de esos, sus árboles sobrevivientes a la depredación.

En la periferia las frondas se mecen con el viento fresco. En su centro, la tierra retiembla por el pesado andar de las maquinas que no paran la destrucción mientras sean horas de oficina.

Uno tras otro, los gobiernos municipales en Benito Juárez se las ingenian para horadar la memoria, para enredar el entendimiento, para sepultar a los sobrevivientes.

En los últimos 10 años, no sólo Benito Juárez, sino buena parte de Quintana Roo ha sufrido la depredación más grande de su historia.

¿Y luego? ¿Vamos quedarnos así, mirando?, ¿mandándonos mails, condoliéndonos por la historia que leemos en los diarios?

¿Escribiendo en blogs cuan hartos estamos de que nadie haga nada?

La realidad es que le tememos a la organización ciudadana, porque como dice el refrán: nadie sabe para quien trabaja y luego resulta que no falta el vival, llámese diputado, candidato, o funcionario con miras electoreras, que se acerca y dice: "mira lo que me encontré".

La realidad es que los ciudadanos le tememos a las promesas, a que nos dejen como novia de pueblo, como estamos desde que las campañas empezaron a basarse no en plataformas de gobierno, sino en sonrisas de cartel exhibidas cual carismáticos productos.

Si los suspirantes por alguna candidatura o algún hueso tuvieran su red neuronal trabajando, en lugar de redes sociales contabilizando contactos, entonces se acercarían a quienes hacen investigación en este estado. Un ejemplo: La Universidad del Caribe posee en sus observatorios sociales, datos que son verdaderas guías para la acción política en los más diversos rubros de gobierno.

Y sin embargo, las instancias elaboran su Programas Operativo Anual, al vapor. Apurados los funcionaritos por cuadrar presupuestos y engordar beneficiarios en lugar de generar proyectos sustentados en la realidad, basados en el cruce de variables y con miras no de un año, o dos, o tres en el mejor de los casos, sino con miras a mediano y largo plazo.

No, no tenemos estadistas en ninguna oficina de Gobierno, así que a falta de ello, los ciudadanos bien podemos sumar a nuestro grito, nuestra participación activa.

En breve, por ejemplo, el recién creado Instituto para la Cultura y las Artes del municipio Benito Juárez, convocará la participación de los especialistas para la creación de un Consejo cuya función será aprobar los proyectos que el Instituto desarrollará a lo largo del año, así como servir de órgano de control y vigilancia en la aplicación de los recursos y el desarrollo de los programas y proyectos del ámbito cultural.

Participar no es la parte más importante, la verdadera aportación es comprometerse, leer, documentarse, intercambiar puntos de vista, tomar acuerdos, e incluso, ser parte de las acciones, sin perder la independencia, sin perder la libertad.

El Ombligo Verde nos convoca de igual modo, no sólo a participar sino a comprometerse a estar informados, a fondo, de cuantos intereses se mueven en ese frágil territorio. Documentarse es parte de la tarea, y entonces tomar partido con sustento, con argumentos sólidos.

Un proyecto alternativo, verde, ciudadano, circula en la red para conocimiento de todos. Hagamos eso: conozcámoslo, enamorémonos de él, dejémonos seducir por sus áreas de ensueño y juntos, con los pies en la tierra y el corazón en la mano: hagámoslo posible.